20/8/08

OVNI en Los Villares





Sorpresa al mediodía



Los Villares era un tranquilo pueblo de Jaén donde nunca ocurría nada especial, o al menos eso creía todo el mundo. Pero la cosa iba a cambiar radicalmente, aquel caluroso 16 de julio de 1996, sobre todo, iba a ser una autentica metamorfosis para nuestro apacible protagonista.
Dionisio Avila jubilado de 66 años, había salido de su casa alrededor de las 11:30 de la mañana para dar su acostumbrado paseo por los montes cercanos a su domicilio en compañía de su inseparable perrita Linda.
Dionisio siempre hacia la misma ruta. Se adentraba por unos senderos que conocía a la perfección, para llegar hasta un pequeño llano, donde había una encina, en la cual se sentaba normalmente al fresco. El reloj marcaba las 12:00 de la mañana, todo parecía normal.
Antes de llegar a la citada explanada, observó que su perra Linda se había detenido en el camino. Sentada sobre sus patas traseras la perra no obedecía a la llamada de su dueño. Extrañado por su comportamiento, Dionisio se acerco a su fiel compañera y observó que abrazado a su cuello tenía un collar "trasparente", como de plástico, en el que había un pequeño cristalito parecido según el testigo a un diamante. El collar era de una sola pieza, y éste atravesaba el cristal a través de un pequeño orificio.
La perra parecía atemorizada y era incapaz de moverse, por lo que Dionisio decidió quitarle aquella singular "cadena", de la única manera que podía hacerlo, cortandolo. En cuanto la perra se vio libre del collar recuperó la movilidad y comenzó a correr. En ese instante, Dionisio Avila, se percata que en el llano que tiene ante él, hay un extraño objeto que nunca antes había visto. Guardandose el collar en el bolsillo, se acerca al objeto metálico, que tenía una forma parecida a una campana achatada. En un primer momento, el testigo cree que se trata de algún tipo de artefacto de ICONA por lo que decide verlo tranquilamente con mas detalle acercandose. El objeto era de un color gris claro muy brillante, y medía aproximadamente unos 3 metros de diámetro por 1´5 metros de altura. Poseía 4 ventanillas oscuras, a forma de ojo de buey, a su alrededor .Dionisio da una vuelta alrededor del objeto y su vista le alcanza a ver por encima del artefacto. Las ventanas de cristal negro por el contrario le impedían ver su interior. En su exterior un poco por debajo de la altura de las ventanas, observa unos extraños símbolos que sobresalen de la superficie totalmente lisa del , se trata de tres signos simples IOI .Nuestro testigo fija la vista en la parte inferior del objeto y comprueba que éste se sostiene sobre cuatro pequeñas patas de unos 20 cm de altura, que dejaron unas huellas de unos 9´5 cm de diámetro por 1´5 cm de profundidad, formando un perfecto cuadrado de 100 cm de lado. Dionisio también observa que en la base posee unas pequeñas luces colocadas en su periferia alternando los colores rojo y blanco .
Un detalle que no puede aseverar Dionisio, es que creyó ver unos finos cables, como telas de araña, que unían al artefacto con una torreta de alta tensión próxima al lugar de la aparición del objeto. El testigo pudo percibir un olor a gasóleo y un suave zumbido, parecido al producido por una bombona de gas.

El encuentro con los seres

De pronto, mientras gira alrededor del artefacto, cuando dudaba si tocar o no aquella "cosa", Dionisio se encuentra, cara a cara, con tres individuos no menos extraños que aquel "chisme" que acababa de descubrir. Parecen haber surgido de la nada. Los tres humanoides estaban enfundados en unos ajustados monos del mismo color del objeto, que les cubría por completo el cuerpo exceptuando el rostro y las manos, de largos y finos dedos. Los "monos" eran tan ajustados, que los seres parecían estar desnudos, no tenían costuras, ni cremalleras y eran de una sola pieza. Por la forma del cuerpo, que se adivinaba claramente, dedujo que eran dos mujeres y un hombre de apariencia totalmente humana .

Los tres seres poseían rasgos asiáticos, de tez clara y eran muy bellos, destacando sobre todo los ojos rasgados. Medirían alrededor del metro setenta y las dos mujeres se hallaban por delante del hombre. Dionisio supuso que habían salido del objeto, aunque no llego a ver puertas ni nada que indicara la presencia de una abertura en la campana, y que eran científicos de algún tipo relacionados con aquel endiablado chisme. Sin mediar palabra, una de la dos mujeres alzo las manos mostrandoles las palmas, mientras que su compañera que se hallaba un poco mas atrás señalaba con la mano derecha a nuestro sorprendido testigo. El único hombre del grupo se giró a un lado, como para inclinarse, y pareció desaparecer durante unos instantes .Entonces, en esos preciados momentos, sin que Dionisio sepa a ciencia cierta de donde provino, un pequeño, pero potente, haz de luz surgió hacia él y dejó tras una momentánea luminosidad varias piedras a sus pies .
Cuando nuestro testigo levantó la vista ni el objeto ni sus tres acompañantes se hallaban en el lugar. Simplemente se habían esfumado misteriosamente. Y allí atónito y fascinado nuestro testigo recogió varias piedras. Sobre el conjunto destacaban dos. Una denominada por Dionisio como el "lucerillo"; guijarro esférico muy pesado, de unos 4 centímetros aproximados de diámetro, cubierto de signos grabados, y otra en forma de cúpula achatada, cuyo interior parecía de otro material mas duro que el exterior, que al parecer según palabras del propio testigo estuvo al menos 4 meses caliente (sic).
Respecto al misterioso collar que portaba Linda, Dionisio trató de separar el plástico del cristalito con la ayuda de un mechero, y tras aplicarle la llama al collar, éste se esfumo por completo en un denso humo.
En el terreno era notorio una huella circular de aproximadamente tres metros de diámetro que a medida que iba transcurriendo el tiempo desecó el lugar y nunca volvió a crecer hierba en el lugar. No fueron al parecer las únicas secuelas del avistamiento. El propio testigo afirma que se restableció de unas dolencias físicas y que sintió una mejora general de su salud, después de su furtivo encuentro...

Nuevo aterrizaje

Una repentina llamada de teléfono a Juanjo Benítez, por parte de un asustado Dionisio Avila, iniciaron las pesquisas de un nuevo aterrizaje OVNI en la zona de los Villares. Dos años después del primer encuentro, el 25 de abril de 1998, Dionisio se encontraba paseando por la zona cercana a su domicilio conocida como la Cañada de la Tienda, cuando sobre las 12:00 de la mañana, observó una enorme bengala luminosa (o eso creyó en un principio) que cruzaba el cielo por encima del campo de futbol y del cementerio(5).

Está cayó en parábola muy cerca de donde se ubicaba nuestro testigo, junto a una higuera que había al lado del camino. Dionisio observó una extensa humareda proveniente del árbol, y en vez de seguir la vereda natural, que le llevaría justo al lugar del "incendio", decidió enfilar una pequeña loma que le permitiría ver la escena desde una posición mas elevada. Su sorpresa fue mayúscula al comprobar que no se trataba de una bengala si no del mismo objeto que viera años atrás. Sin esperar ni un momento, Dionisio emprendió la huida, evitando así, pensaba, encontrarse con los supuestos tripulantes. El OVNI dejó una zona de hierba aplastada, de unos diez centímetros de ancho, de un color amarillento (producido por una resecación) de unos dos metros de diámetro. Los análisis de laboratorio indicaron que se debió a una importante deshidratación. También había una piedra de 15 cm de larga por 6 cm de ancha, partida en dos trozos, efecto quizás del peso del artefacto sobre ella. Así mismo se aprecio notables secuelas en los arboles colindantes, estudios científicos que realizó Juanjo Benítez, destacaron sobre todo una repentina y brusca congelación en algunas de las ramas más próxima al OVNI, las restantes estaban intactas.

Sin lugar a dudas aquel rastro enigmático y la aparición de las piedras permitían a los investigadores evaluar pruebas físicas en los avistamientos de los Villares...

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